"Los artífices de al-Nakba no han conseguido romper la voluntad del pueblo palestino ni borrar su identidad nacional"
Mahmud Darwix
Poeta palestino
"Hoy 15 de mayo, el día del gran recuerdo, no miramos atrás para desenterrar la evidencia de un crimen pasado porque al-Nakba .El Desastre]es un presente extendido que augura mantenerse en el futuro. No necesitamos nada para recordar la tragedia humana que hemos padecido durante los últimos 53 años: seguimos viviéndola en la actualidad. Seguimos resistiendo sus consecuencias, aquí y ahora, en la tierra de nuestra patria, la única que tenemos.
No olvidaremos lo que se nos ha hecho en esta tierra dolorida y lo que
se nos sigue haciendo. Y ello, no sólo porque la memoria individual y
colectiva es fértil, capaz de recordar nuestra triste existencia, sino
porque la trágica y heroica historia de nuestra tierra y nuestro pueblo
sigue tiñéndose de sangre en el conflicto abierto entre lo que ellos
quieren que seamos y lo que nosotros queremos ser
Mientras los artífices de al-Nakba anuncian en estos días de conmemoración que la Guerra de 1948 no ha terminado todavía, ellos, desenmascaran escandalosamente el espejismo de su paz, un espejismo surgido en la pasada década que sugirió una promesa acerca de la posibilidad de poner fin al conflicto basada en la solución de dos pueblos compartiendo la misma tierra.
Desenmascaran también, y escandalosamente, la incompatibilidad del proyecto sionista -en tanto que su meta, exterminar a la población palestina, permanece en su agenda- con la paz.
Para los palestinos, el significado de esta guerra consiste en seguir estando sometidos al desarraigo continuo; en seguir siendo refugiados en su propia tierra y fuera de ella; en seguir sometidos al intento, tras la ocupación de su tierra y de su Historia, de trivializar su existencia para dejar de ser una inequívoca entidad en el espacio y en el tiempo y convertirse en redundantes sombras exiliadas del espacio y del tiempo.
Pero los artífices de al-Nakba no han conseguido romper la voluntad del pueblo palestino ni borrar su identidad nacional -ni por el desalojo, ni por las masacres, ni por la transformación de las ilusiones en realidad, ni por la falsificación de la historia. Tras cinco décadas no han conseguido ni forzarnos a la ausencia y al olvido ni divorciar la realidad palestina de la conciencia del mundo por medio de su falsa mitología y por medio de la fabricación de una inmunidad moral que confiere a la víctima del pasado el derecho a crear sus propias víctimas. No hay nada como un verdugo sagrado.
Hoy la memoria de al-Nakba viene a encontrarse con la lucha palestina en la defensa de su ser, de su derecho natural a la libertad y a la autodeterminación en una parte de su patria histórica, y ello, tras haber concedido más de lo que nunca fue necesario desde el punto de vista de la legalidad internacional para hacer posible la paz. Cuando la hora de la verdad se aproximaba, la esencia verdadera del concepto israelí de la paz se desenmascaró: mantenimiento de la ocupación bajo otro nombre, bajo mejores condiciones (para el ocupante) y a más bajo coste.
La Intifada -ayer, hoy, mañana- es la expresión natural y legítima de la resistencia contra la esclavitud, contra una ocupación caracterizada por la más sucia forma de apartheid, la que pretende, bajo la cobertura de un elusivo proceso de paz, desposeer a los palestinos de su tierra y de la fuente de su sustento y restringirles a reservas aisladas asediadas por asentamientos de colonos y carreteras, hasta el día en que tras aceptar el fin de sus demandas y de su lucha se les conceda llamar a sus jaulas Estado.
La Intifada es en esencia un movimiento civil y popular. No constituye una ruptura con la noción de paz sino que intenta salvarla de las injusticias del racismo, devolviéndola a sus verdaderos padres, la justicia y la libertad, previniendo que el proyecto colonialista israelí se mantenga en Gaza y Cisjordania bajo la cobertura de un proceso de paz que los líderes israelíes han vaciado de contenido.
Nuestras manos heridas todavía pueden extraer la marchita rama de olivo de los escombros de la masacrada arboleda, pero sólo si los israelíes alcanzan la edad de la razón y reconocen nuestros legítimos derechos nacionales, definidos por las resoluciones internacionales entre las cuales destacan: el derecho al retorno, la retirada completa de los territorios palestinos ocupados en 1967 y el derecho a la autodeterminación y a un estado independiente y soberano con Jerusalén como capital. De igual modo que no puede haber paz con ocupación, no puede haberla entre amos y esclavos.
La comunidad internacional no puede -como hizo en el año de al-Nakba [1948]- cerrar los ojos ante lo que está ocurriendo en la tierra de Palestina por mucho más tiempo. La agresión israelí sigue asediando a la sociedad palestina, sigue matando y asesinando con el uso excesivo del poderío destructivo que ejerce sobre un pueblo desarmado, un pueblo que defiende lo que queda de su amenazada existencia, los escombros de sus casas, los olivos que restan amenazados de ser también arrancados.
La naturaleza de la guerra declarada al pueblo palestino se determinará por la atención que atraiga de la comunidad internacional porque ella encarna la lucha entre valores internacionales en conflicto: por un lado, las fuerzas que pretenden permitir al sionismo colonialista y al apartheid vivir bajo nuevos nombres y fórmulas; por otro, las fuerzas que insisten en la necesidad de aplicar la justicia y la verdad en esta parte del mundo
El compromiso de otros Estados y otros pueblos en la confrontación que está teniendo lugar en Palestina en la actualidad y su atención a un pueblo palestino privado de una digna vida cotidiana, demuestra no sólo que dichos estados y pueblos están comprometidos en la estabilidad política en Oriente Medio en beneficio de sus intereses sino que pone a prueba una posición moral que, a cambio, examina la credibilidad de que goza la libertad, la justicia y la igualdad en las vidas y culturas de esos pueblos.
La protección internacional contra el brutal terrorismo practicado contra ellos por el régimen israelí -que parece estar por encima del derecho y del orden internacionales- se ha convertido para los palestinos en una urgente necesidad. No sólo es necesario purgar los pecados del pasado sino prevenir la perpetración de futuros pecados, de añadir otro capítulo al libro de al-Nakba. Sin embargo, en lugar de reconocer su responsabilidad por al-Nakba y por la tragedia de los refugiados -un requisito imprescindible para cualquier solución política-Israel amplía el libro de al-Nakba tornando la lucha a su premisa cultural original, a su inicial campo de batalla -recordándonos que ninguna historia puede comenzar por el final.
Nosotros no hemos olvidado el principio, ni las llaves de nuestras casas, ni las farolas de las calles encendidas con nuestra sangre, ni a los mártires que nutrieron la unidad de la tierra, del pueblo y de la historia, ni a los vivos que nacieron en el camino quienes solo pueden, en tanto el espíritu de la paria permanezca vivo en nuestro interior, conducirse a una patria del espíritu.
No debemos olvidar ni el ayer ni el mañana. Mañana empieza hoy. Empieza con la insistencia en que el camino a recorrer hasta el fin, el camino de la libertad, el camino de la resistencia se haga hasta el final, hasta que la eterna pareja -libertad y paz- se encuentren."
Mientras los artífices de al-Nakba anuncian en estos días de conmemoración que la Guerra de 1948 no ha terminado todavía, ellos, desenmascaran escandalosamente el espejismo de su paz, un espejismo surgido en la pasada década que sugirió una promesa acerca de la posibilidad de poner fin al conflicto basada en la solución de dos pueblos compartiendo la misma tierra.
Desenmascaran también, y escandalosamente, la incompatibilidad del proyecto sionista -en tanto que su meta, exterminar a la población palestina, permanece en su agenda- con la paz.
Para los palestinos, el significado de esta guerra consiste en seguir estando sometidos al desarraigo continuo; en seguir siendo refugiados en su propia tierra y fuera de ella; en seguir sometidos al intento, tras la ocupación de su tierra y de su Historia, de trivializar su existencia para dejar de ser una inequívoca entidad en el espacio y en el tiempo y convertirse en redundantes sombras exiliadas del espacio y del tiempo.
Pero los artífices de al-Nakba no han conseguido romper la voluntad del pueblo palestino ni borrar su identidad nacional -ni por el desalojo, ni por las masacres, ni por la transformación de las ilusiones en realidad, ni por la falsificación de la historia. Tras cinco décadas no han conseguido ni forzarnos a la ausencia y al olvido ni divorciar la realidad palestina de la conciencia del mundo por medio de su falsa mitología y por medio de la fabricación de una inmunidad moral que confiere a la víctima del pasado el derecho a crear sus propias víctimas. No hay nada como un verdugo sagrado.
Hoy la memoria de al-Nakba viene a encontrarse con la lucha palestina en la defensa de su ser, de su derecho natural a la libertad y a la autodeterminación en una parte de su patria histórica, y ello, tras haber concedido más de lo que nunca fue necesario desde el punto de vista de la legalidad internacional para hacer posible la paz. Cuando la hora de la verdad se aproximaba, la esencia verdadera del concepto israelí de la paz se desenmascaró: mantenimiento de la ocupación bajo otro nombre, bajo mejores condiciones (para el ocupante) y a más bajo coste.
La Intifada -ayer, hoy, mañana- es la expresión natural y legítima de la resistencia contra la esclavitud, contra una ocupación caracterizada por la más sucia forma de apartheid, la que pretende, bajo la cobertura de un elusivo proceso de paz, desposeer a los palestinos de su tierra y de la fuente de su sustento y restringirles a reservas aisladas asediadas por asentamientos de colonos y carreteras, hasta el día en que tras aceptar el fin de sus demandas y de su lucha se les conceda llamar a sus jaulas Estado.
La Intifada es en esencia un movimiento civil y popular. No constituye una ruptura con la noción de paz sino que intenta salvarla de las injusticias del racismo, devolviéndola a sus verdaderos padres, la justicia y la libertad, previniendo que el proyecto colonialista israelí se mantenga en Gaza y Cisjordania bajo la cobertura de un proceso de paz que los líderes israelíes han vaciado de contenido.
Nuestras manos heridas todavía pueden extraer la marchita rama de olivo de los escombros de la masacrada arboleda, pero sólo si los israelíes alcanzan la edad de la razón y reconocen nuestros legítimos derechos nacionales, definidos por las resoluciones internacionales entre las cuales destacan: el derecho al retorno, la retirada completa de los territorios palestinos ocupados en 1967 y el derecho a la autodeterminación y a un estado independiente y soberano con Jerusalén como capital. De igual modo que no puede haber paz con ocupación, no puede haberla entre amos y esclavos.
La comunidad internacional no puede -como hizo en el año de al-Nakba [1948]- cerrar los ojos ante lo que está ocurriendo en la tierra de Palestina por mucho más tiempo. La agresión israelí sigue asediando a la sociedad palestina, sigue matando y asesinando con el uso excesivo del poderío destructivo que ejerce sobre un pueblo desarmado, un pueblo que defiende lo que queda de su amenazada existencia, los escombros de sus casas, los olivos que restan amenazados de ser también arrancados.
La naturaleza de la guerra declarada al pueblo palestino se determinará por la atención que atraiga de la comunidad internacional porque ella encarna la lucha entre valores internacionales en conflicto: por un lado, las fuerzas que pretenden permitir al sionismo colonialista y al apartheid vivir bajo nuevos nombres y fórmulas; por otro, las fuerzas que insisten en la necesidad de aplicar la justicia y la verdad en esta parte del mundo
El compromiso de otros Estados y otros pueblos en la confrontación que está teniendo lugar en Palestina en la actualidad y su atención a un pueblo palestino privado de una digna vida cotidiana, demuestra no sólo que dichos estados y pueblos están comprometidos en la estabilidad política en Oriente Medio en beneficio de sus intereses sino que pone a prueba una posición moral que, a cambio, examina la credibilidad de que goza la libertad, la justicia y la igualdad en las vidas y culturas de esos pueblos.
La protección internacional contra el brutal terrorismo practicado contra ellos por el régimen israelí -que parece estar por encima del derecho y del orden internacionales- se ha convertido para los palestinos en una urgente necesidad. No sólo es necesario purgar los pecados del pasado sino prevenir la perpetración de futuros pecados, de añadir otro capítulo al libro de al-Nakba. Sin embargo, en lugar de reconocer su responsabilidad por al-Nakba y por la tragedia de los refugiados -un requisito imprescindible para cualquier solución política-Israel amplía el libro de al-Nakba tornando la lucha a su premisa cultural original, a su inicial campo de batalla -recordándonos que ninguna historia puede comenzar por el final.
Nosotros no hemos olvidado el principio, ni las llaves de nuestras casas, ni las farolas de las calles encendidas con nuestra sangre, ni a los mártires que nutrieron la unidad de la tierra, del pueblo y de la historia, ni a los vivos que nacieron en el camino quienes solo pueden, en tanto el espíritu de la paria permanezca vivo en nuestro interior, conducirse a una patria del espíritu.
No debemos olvidar ni el ayer ni el mañana. Mañana empieza hoy. Empieza con la insistencia en que el camino a recorrer hasta el fin, el camino de la libertad, el camino de la resistencia se haga hasta el final, hasta que la eterna pareja -libertad y paz- se encuentren."
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