En muchas ocasiones hemos podido trascender al tiempo protagonizando actos desprendidos y heroicos en función de la liberación nacional y social. El poder de transformar nuestras realidades ha sido comprobado a lo largo de la historia, en hechos que datan desde la antigua Grecia con la desarmadora de ejércitos, Lisistrata; o con la firmeza de las mujeres espartanas, formando hombres guerreros para las luchas de su pueblo.
la inolvidable Bartolina Sisa, nuestra General inquebrantable y decidida Juana Azurduy al frente en las batallas por la Independencia (una de ellas la libró en el Cerro Potosí un 8 de marzo de 1816). Mujeres en las que nos identificamos sin duda muchas mujeres que seguimos luchando por la liberación de nuestros pueblos del yugo foráneo.
Con toda esa historia nos adentramos al SXX, y las militantes argentinas no somos ajenas a la historia de lucha de nuestro Pueblo. Continuamos empujando el movimiento, por el que pasaron valiosísimas compañeras anarquistas, comunistas, socialistas, peronistas, y que sin duda parió y elevó popularmente al rango de Capitana a la compañera Evita. Con ella la incorporación masiva de la mujer a la política fue irreversible, y sobre todo de las más humildes. Desde el voto femenino, hasta la decisión de inundar los despachos oficiales que eran para unos pocos hombres, e ingresar pateando puertas a las burocracias sindicales machistas en las organizaciones obreras. Mujeres de todos los puntos del país irrumpimos organizándonos en defensa de las presas y presos políticos, por la aparición con vida de las y los compañeros, y contra la tortura. Miles de compañeras dieron su vida en las organizaciones políticas armadas que se enfrentaron a las reiteradas dictaduras cipayas de los grandes capitales, y son también parte del torrente que alimenta nuestras almas, viseras y músculos que nos mueven a continuar.
Hoy como ayer persisten grandes injusticias. Por un lado las que padecemos como parte del Pueblo, tales como el sometimiento a los intereses del capital extranjero y las burguesías locales; y en lo particular, la violencia laboral, familiar, el abuso sexual, la discriminación, el sometimiento, la humillación, la feminización de la pobreza, los bajos salarios, la imposibilidad de decidir sobre nuestros cuerpos, la falta de provisión efectiva de anticonceptivos gratuitos para no abortar y del aborto legal para no morir, la violencia laboral y doméstica, la trata de personas, la negación de las instituciones en aplicar las conquistas legislativas que con tanta entrega las mujeres hemos conseguido. Hay mucho por recuperar, hay mucho todavía por conquistar, pero esta claro que contra lo que no pudieron, por más aberraciones que padecimos y padecemos, y con lo que no podrán, gracias a nuestra historia y memoria, es que:
SOMOS CONCIENTES QUE PUDIMOS –
SOMOS CONCIENTES QUE PODEMOS- ESTAMOS DECIDIDAS A REALIZARLO:
POR LA SEGUNDA Y DEFINITIVA INDEPENDENCIA
POR LA LIBERERACION DE LA NACION
Y CON ELLA la de NUESTRAS VIDAS
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