lunes, 8 de octubre de 2012

Paraguay nos muestra que el Imperio nunca se ha ido de nuestras tierras, y el saqueo continua en nuestra región

Paraguay, la tierra, el campesinado.
El problema central del Paraguay es el de la tierra. En el marco de un proceso permanente y progresivo, las estadísticas disponibles ya mostraban que era el país de América Latina con la más alta concentración de la propiedad de la tierra en manos de unos pocos. En el otro extremo, la gran mayoría de la población campesina carece de ella.-
Además, es por todos aceptado, aunque las conclusiones que se sacan de ello son ciertamente disimiles, que la absoluta mayoría, sino la totalidad, de los grandes latifundios paraguayos son producto de la apropiación ilegítima e ilegal de tierras de la nación por particulares. Proceso que comenzó apenas terminada la guerra de la Triple Infamia y que no se ha detenido hasta hoy.-
Las luchas del campesinado paraguayo para defender ese patrimonio del avance de la apropiación capitalista concentrada hicieron que el concepto de Reforma Agraria, como herramienta legal contra el latifundio y para garantizar el acceso permanente a la tierra para la mayoritaria población campesina, se instalara legal e incluso constitucionalmente.-   Sin embargo, se calcula que, sólo durante la (larga) dictadura stronista, 12 millones de hectáreas se convirtieron en “tierras malhabidas”.-
Entre otras formas espurias que adopta ese proceso en las últimas décadas está la “venta de derecheras”, es decir la adquisición ilegal por parte de empresas, inversionistas o “colonos”, de los derechos que los campesinos pobres poseen sobre las tierras que usufructúan. Este allanamiento de los beneficiarios legítimos de la Reforma a tal cesión se obtiene por presiones, no siempre meramente en términos de violencia económica, sino en muchos casos abiertamente de violencia física.-
Una forma común, a caballo entre estas dos, consiste en la fumigación de los campos sojeros que paulatinamente rodean las tierras del pequeño campesino, con herbicidas que terminan arruinando los cultivos de este y, consecuentemente, su sustento.-
Todas estas, como se dijo, son realidades cotidianas y conocidas por todos en Paraguay, la cuestión es qué actitud o, mejor, qué partido se toma ante ellas.-

Lugo.
Tal vez no sea tan ampliamente aceptado, aunque no es menos verdad, que el ex obispo Lugo sólo pudo quebrar los largos años de dominación del partido “colorado” (con dictadura o con “democracia”) en las elecciones del 2008, porque su candidatura coincidió y confluyó con una muy fuerte ola de luchas campesinas, una ofensiva de las más fuertes llevadas adelante por el campesinado desde la caída de la dictadura.-    Insistimos en ello, Lugo no habría podido acceder a la presidencia del Paraguay si no hubiera sido impulsado por una formidable ola de luchas populares, principalmente del campesinado.-
La propia alianza inicial que impulsó su candidatura la realizó con un grupo de organizaciones de ese origen, a partir de la relación que había construido desde su lugar de obispo de la iglesia católica en una de las zonas centrales y emblemáticas de las luchas por la tierra.
Así, en una entrevista del 2007 con Heinz Dieterich para Rebelión, el entonces “candidato presidencial del Movimiento Tejojoyá” declaraba: “Si queremos tener una paz social tenemos que pasar por una reforma agraria integral y las tierras mal habidas tienen que pasar a manos de sus legítimos dueños”.-
Por su parte, el mencionado Movimiento Popular Tekojojá, base inicial de esa candidatura, en sus Ejes Programáticos, sostenía: “Será eje importante del nuevo modelo económico, una revolución agraria que consistirá en impulsar cambios en la estructura de propiedad para eliminar los latifundios y facilitar el acceso de la tierra a quien la trabaja, la superación del monocultivo por la vía de la diversificación productiva, y con los métodos de producción sustentable, que deje para el pasado la vulnerabilidad del sector; la promoción de esquemas productivos que preserven la vida de la población, el territorio, el agua y el aire, la diversidad biológica y cultural”.-
Como ejemplo de lo que ocurrió, mencionemos que a principios de 2007 la figura de Lugo competía, con cierta desventaja, con la del ex general Oviedo en las intenciones de voto de las zonas rurales, aunque ya se afianzaba en las ciudades; sin embargo, cuando llegaron las elecciones el voto del campesinado se había volcado mayoritariamente hacia su figura y resultó decisivo.-
Ahora bien, en la misma entrevista, luego del punto, Lugo continuaba: “Pero, aquí la oligarquía terrateniente tiene un poder tremendo”. Y ante la pregunta: ¿Y tú te atreverías?, mostraba una de sus características “definiciones”: “Yo creo que sí”.-
Este Lugo dubitativo es el que ejerció la Presidencia en el Paraguay y así actuó permanentemente.-
Pues bien: no. No se atrevió. Como tampoco se atrevieron sus aliados de Tekojojá ni ninguno de los que fue adquiriendo a lo largo de su camino a la presidencia.-
Y no sólo no se atrevió: a poco de comenzar su gobierno declaró que la Reforma Agraria era cosa del futuro, del lejano futuro.-
Maniobró y “cooptó” para desarmar y desactivar el gran movimiento de masas que avanzaba con el campesinado.-    Gestionó cuatro años de “crecimiento económico” de la mano del reinado despótico de la soja transgénica.-   Dejó intacta la estructura de la propiedad de la tierra y tantos campesinos sin tierra como cuando asumió.-   Mantuvo incólumes e incluso fortaleció los aparatos políticos, judiciales y represivos que custodian el saqueo, el robo de tierras, la violencia asesina e impune de los cuerpos de “seguridad privada” de los latifundistas que permanentemente ejecutan campesinos.-   Fortaleció los históricos vínculos oficiales de las fuerzas represivas policiales y judiciales con el poder genocida del estado colombiano.-   Sostuvo todos y cada unos de los “programas de ayuda y asistencia” de los EEUU en territorio paraguayo, incluidos la USAID y el Plan Umbral, que son amos y señores de buena parte de los programas que llevan adelante ministerios como el de Justicia, poderes como el Judicial o el Ministerio Público o las múltiples ONG’s que pululan a su pródiga sombra.-
 Declaró dos veces el Estado de Excepción (de Sitio) al sólo efecto de permitir al Ejército operar abiertamente en las zonas campesinas conflictivas, anunció su intención de modificar la legislación para poder hacer esto último sin necesidad de declarar la Excepción y mantuvo todos los puestos y destacamentos militares que custodian las estancias y los campos sojeros en el interior del territorio paraguayo.- Impulsó y promulgó la “Ley antiterrorista”, (igual que acá en la Argentina), es decir la conocida ley-formulario que impone el imperialismo vía GAFI, cuando durante su campaña política había obtenido prestigio y renombre justamente durante las movilizaciones populares que habían impedido su puesta en vigencia con anterioridad.- 
Traicionó, entre otros, a 6 dirigentes campesinos que habían contribuido, en algunos casos directamente, a los primeros pasos políticos del entonces Monseñor, permitiendo su extradición desde Argentina y entregándolos a una condena “cantada” y amañada, que resultó de 35 años.-    Esto obviamente con la complicidad activa del Gobierno Argentino que no dudó en entregarlos a la Justicia facista paraguaya.-
Siendo administrador de este orden de cosas, aceptó la responsabilidad en general de la represión que, con numerosas víctimas fatales, cientos  de detenidos y procesados y decenas de presos políticos populares, en diversas ocasiones se descargó sobre las luchas sociales y políticas y, en particular, por la respuesta policial y militar a la consolidación de la existencia del EPP (Ejército del Pueblo Paraguayo) que tuvo sus puntos más oscuros en las más o menos abiertas ejecuciones de dos de sus miembros y de un tercer militante al que se le atribuyó pertenencia al mismo (esto sin mencionar la ejecución de un joven sordomudo al que se tomó por miembro del EPP y por el que se pretendió la impunidad que esa pertenencia supondría).
Etc., etc., etc.

El desenlace del interregno luguista.
El penúltimo jalón de tan destacada administración fueron los sucesos de Curuguaty.-   Sucedió que Lugo y sus aliados creyeron que lo más astuto para sus aspiraciones electorales para el año próximo era contribuir a recrear el escenario de avance de las luchas campesinas, que durante su gobierno como dijimos habían desactivado. Si bien las luchas y la combatividad permanecen, ellos hicieron bien su trabajo: la situación ya no es de avance, sino de resistencia y dispersión.- 
Los verdaderos dueños del Paraguay advirtieron la maniobra y respondieron montando provocaciones operadas por jueces y fiscales, contra los sectores más combativos del los “sintierra”, campesinos organizados para la recuperación de tierras “mal habidas”. El gobierno alcanzó a desmontar una primera, en la zona de Ñacunday, Alto Paraná, pero fue inoperante ante la de Curuguaty, Canindeyú. Allí, cediendo al pedido de un juez que decidió un “allanamiento”, fueron enviados cientos de policías, encabezados por sus tropas de elite, y la resistencia de los campesinos que defendieron su asentamiento y su propia integridad física de la soberbia prepotencia de elite, culminó con un tiroteo tan desparejo en potencia de fuego como en víctimas: 11 muertos campesinos y 6 policías, entre ellos dos de los jefes de la fuerza especial. Como se puede apreciar por las filmaciones, el enfrentamiento también fue desparejo en coraje, en desmedro de la dignidad policial.
El último jalón del ex obispo fue reconocerse como ex presidente. Los sucesos de Curuguaty y las vergonzosas “soluciones” de Lugo (entregarle el mando de las fuerzas de “seguridad” a un político “colorado” el Dr. Candia Amarilla, que venía de ser jefe de los fiscales paraguayos durante 6 años e infinitas tropelías y violaciones de los Derechos Humanos, con lo cual además “ofendió” a sus aliados del Partido Liberal y lo dejó inerme ante el golpe parlamentario; derogar una resolución sobre el funcionamiento policial que incomodaba a la derecha represiva; condolerse de los policías pero no de los campesinos, etc.) allanaron el camino para que una de las bandas políticas que medran en el Paraguay se hiciera del gobierno y, en particular, para que el sistema bipartidario se desembarazara de un intruso, si bien dócil, exasperante.-
Lugo traicionó en esta oportunidad a sus deberes constitucionales y, si eventualmente sintiera algún compromiso hacia ellos, a sus mandatarios (votantes).-  Se allanó a un golpe “institucional”, farsa de juicio político que solamente no avergüenza a la clase política paraguaya, que perdió la vergüenza hace mucho y nunca la volvió a encontrar.-

Perspectivas.
Las direcciones naturales del campesinado paraguayo, clase decisiva y preponderante en el destino del querido y desdichado pueblo hermano, han demostrado tanto defección como incapacidad para estar a la altura de las circunstancias.-
Una parte importante se dejó “cooptar”, es decir canjeó por prebendas personales, grupales o sectoriales, las tareas estratégicas de profundización de la lucha y organización que requería la etapa de ascenso previa al triunfo electoral del luguismo.-  Contribuyó decisivamente a la desmovilización, a la dispersión, a la pasividad del campesinado que se evidenciaría (potenciada por la desmoralización política que transmitía la cúpula luguista) en las jornadas destituyentes.-
Otra parte, más consecuente, no supo escapar a la lógica dispersiva que impone la preponderancia de la lucha reivindicativa sobre la política; no se decidió a pasar enérgicamente a la acción para, en primer lugar, sentar las únicas bases que hubieran podido detener el contragolpe de las estructuras del régimen y del sistema de dominación: la lucha abierta y de permanente movilización del campesinado presionando sobre los centros del poder político (se mostró en las últimas horas que el único temor de los políticos y sus secuaces era el avance del campesinado hacia Asunción, temor rápidamente desvirtuado).-
La situación no fue novedosa en la experiencia de las luchas populares de Nuestra América. Es aquella que evidenciara un alto dirigente de un partido de izquierda con gran ascendiente de masas al analizar el momento del golpe de 1973 en Uruguay.-  Él argumentaba, con mucha razón, que erraban quienes criticaban a su partido por no haber llamado a una insurrección de los trabajadores y el pueblo contra el golpe: “hacerlo era llevar al pueblo a la masacre”, decía sensatamente.-     Lo que omitía era que la responsabilidad de los que se dicen revolucionarios o aun de los que pretenden ser conducción política honesta del pueblo es prever y preparar.-   Prever los movimientos del enemigo, el desarrollo de los acontecimientos; y preparar la única herramienta de victoria contra esas maquinaciones: el pueblo conciente, movilizado, luchando, organizado tras sus vanguardias, sus dirigencias, sus cuadros.-
Pero si se prefiere mentirle al Pueblo, desmovilizarlo, desarmarlo, llevarlo por los atajos (sencillos, pacíficos, negociados, mágicos) que prometen los “operadores” de la política del régimen, después, claro, no se le puede pedir al Pueblo que riegue con su sangre el camino de la derrota que ellos construyeron mientras, distraídamente, administraban “el estado de cosas”, el sistema de saqueo de nuestras riquezas, los regímenes de gestión política de los mismos.-
Mientras tanto, mientras los revolucionarios, los verdaderos patriotas, asumen estas tareas y los posibilistas administran, la lucha de resistencia de nuestros pueblos, del heroico pueblo Paraguayo y de su heroico campesinado, continua infatigable y fatal.-
Allí está la última trinchera del Paraguay, allí están nuestras esperanzas.-