En la noche del sábado 9 de junio de 1956, a nueve meses del derrocamiento del presidente constitucional Juan Domingo Perón por la autodenominada "Revolución Libertadora", militares y civiles peronistas intentan recuperar el poder. Los generales Juan José Valle y Raúl Tanco, junto con el teniente coronel Oscar Lorenzo Cogorno, encabezan la rebelión contra la dictadura de Aramburu y Rojas, que tiene sus focos revolucionarios en Buenos Aires, La Plata y Santa Rosa, capital de La Pampa. El intento es abortado en unas cuantas horas y concluye en un baño de sangre.
El
general Aramburu duerme. Ha desbaratado una sublevación que reivindicaba al
"régimen depuesto" como califican los diarios. Querían la vuelta del
"tirano prófugo" eufemismo descalificatorio con el que se mencionaba sin
nombrarlo al General Juan Domingo Perón.
Es el 12 de junio de 1956.
La Penitenciaría de las Heras parece un escenario que remeda los campos de
Navarro, ciento veintiocho años antes. El General Juan José Valle espera ser
fusilado como Dorrego [1]. Se había entregado para parar la matanza de sus
seguidores y le habían prometido cuidar su vida.
El General Aramburu duerme. Desconoce que está por convertirse en Lavalle.
No sabe que esos disparos que terminarán con Valle, tendrán un replay catorce
años más tarde, que concluirán con su vida, posiblemente en una estancia de
Timote. Sueña con el poder que hoy tiene.
Otro hombre, sin interés por la política y mucho por el ajedrez, no sabe que
estos hechos que están por suceder, lo arrancarán del anonimato. Es Rodolfo Walsh.
La historia entreteje su trama. Descarnada y sangrienta.
El
General Juan José Valle empieza a escribir su carta de despedida.
Su verdugo, el General Pedro Eugenio Aramburu duerme.
El
General Juan José Valle recuerda que con su verdugo entraron juntos al Colegio
Militar. Fueron compañeros de banco hasta el grado de subteniente.
Sus familias veraneaban juntas en Mar del Plata. Incluso fueron socios, con
otros generales, en una empresa de construcción.
Pero ahora todo esto no cuenta.
"Los democráticos" darán una lección de dureza. De eso saben mucho.
Hace menos de un año han bombardeado a la población indefensa en Plaza de Mayo.
"Se acabó la leche de la clemencia" dirá después el dirigente
"socialista" Américo (norteamericano) Ghioldi.
Faltan minutos para que la orden de fusilamiento se cumpla.
La proclama del levantamiento dice entre otras cosas: "Se vive en una
cruda y despiadada tiranía"; se persigue, se encarcela, se confina, se
excluye de la vida cívica a la fuerza mayoritaria; se incurre en "la
monstruosidad totalitaria" del decreto 4161(que prohibía siquiera
mencionar a Perón); se ha abolido la constitución para suprimir el artículo 40
que impedía "la entrega al capitalismo internacional de los servicios
públicos y las riquezas naturales"; se pretende someter por el hambre a
los obreros "a la voluntad del capitalismo" y "retrotraer el
país al más crudo coloniaje, mediante la entrega al capitalismo internacional
de los resortes fundamentales de su economía" [2].
El ensayista Horacio González sospecha que la redacción de la proclama pudo
haberla escrito Leopoldo
Marechal.
El General Valle sabe que está recorriendo los minutos finales de su vida.
Toma la estilográfica y le escribe a su ex amigo y hoy presidente:
"Dentro de pocas horas usted tendrá la satisfacción de haberme asesinado.
Debo a mi Patria la declaración fidedigna de los acontecimientos. Declaro que
un grupo de marinos y de militares, movidos por ustedes mismos, son los únicos
responsables de lo acaecido.
Para
liquidar opositores les pareció digno inducirnos al levantamiento y
sacrificarnos luego fríamente. Nos faltó astucia o perversidad para adivinar la
treta.
Así se explica que nos esperaran en los cuarteles, apuntándonos con las
ametralladoras, que avanzaran los tanques de ustedes aun antes de estallar el
movimiento, que capitanearan tropas de represión algunos oficiales
comprometidos en nuestra revolución. Con fusilarme a mí bastaba. Pero no, han
querido ustedes, escarmentar al pueblo, cobrarse la impopularidad confesada por
el mismo Rojas, vengarse de los sabotajes, cubrir el fracaso de las
investigaciones, desvirtuadas al día siguiente en solicitadas de los diarios y
desahogar una vez más su odio al pueblo. De aquí esta inconcebible y monstruosa
ola de asesinatos.
Entre mi suerte y la de ustedes me quedo con la mía. Mi esposa y mi hija, a
través de sus lágrimas verán en mí un idealista sacrificado por la causa del
pueblo. Las mujeres de ustedes, hasta ellas, verán asomárseles por los ojos sus
almas de asesinos. Y si les sonríen y los besan será para disimular el terror
que les causan. Aunque vivan cien años sus victimas les seguirán a cualquier
rincón del mundo donde pretendan esconderse. Vivirán ustedes, sus mujeres y sus
hijos, bajo el terror constante de ser asesinados.
Porque
ningún derecho, ni natural ni divino, justificará jamás tantas ejecuciones.
La palabra "monstruos" brota incontenida de cada argentino a cada
paso que da.
Conservo toda mi serenidad ante la muerte. Nuestro fracaso material es un gran
triunfo moral. Nuestro levantamiento es una expresión más de la indignación
incontenible de la inmensa mayoría del pueblo argentino esclavizado. Dirán de
nuestro movimiento que era totalitario o comunista y que programábamos matanzas
en masa. Mienten. Nuestra proclama radial comenzó por exigir respeto a las
Instituciones y templos y personas. En las guarniciones tomadas no sacrificamos
un solo hombre de ustedes. Y hubiéramos procedido con todo rigor contra quien
atentara contra la vida de Rojas, de Bengoa, de quien fuera. Porque no tenemos
alma de verdugos. Sólo buscábamos la justicia y la libertad del 95% de los
argentinos, amordazados, sin prensa, sin partido político, sin garantías
constitucionales, sin derecho obrero, sin nada. No defendemos la causa de
ningún hombre ni de ningún partido.
Es asombroso que ustedes, los más beneficiados por el régimen depuesto, y sus
más fervorosos aduladores, hagan gala ahora de una crueldad como no hay
memoria. Nosotros defendemos al pueblo, al que ustedes le están imponiendo el
libertinaje de una minoría oligárquica, en pugna con la verdadera libertad de
la mayoría, y un liberalismo rancio y laico en contra de las tradiciones de
nuestro país. Todo el mundo sabe que la crueldad en los castigos la dicta el
odio, sólo el odio de clases o el miedo. Como tienen ustedes los días contados,
para librarse del propio terror, siembran terror.
Pero inútilmente. Por este método sólo han logrado hacerse aborrecer aquí y en
el extranjero. Pero no taparán con mentiras la dramática realidad argentina por
más que tengan toda la prensa del país alineada al servicio de ustedes.
Como cristiano me presento ante Dios que murió ajusticiado, perdonando a mis
asesinos, y como argentino, derramo mi sangre por la causa del pueblo humilde,
por la justicia y la libertad de todos no sólo de minorías privilegiadas.
Espero que el pueblo conocerá un día esta carta y la proclama revolucionaria en
las que quedan nuestros ideales en forma intergiversable.
Así nadie podrá ser embaucado por el cúmulo de mentiras contradictorias y
ridículas con que el gobierno trata de cohonestar esta ola de matanzas y
lavarse las manos sucias es sangre. Ruego a Dios que mi sangre sirva para unir
a los argentinos. Viva la patria."
Juan
José Valle
Buenos Aires, 12 de junio
LOS FUSILADOS
Asesinados en Lanús, simulando fusilamiento, 10 de Junio de 1956
Tte. Coronel José Albino Yrigoyen,
Capitán Jorge Miguel Costales,
Dante Hipólito Lugo,
Clemente Braulio Ros,
Norberto Ros y
Osvaldo Alberto Albedro.
Asesinados en los basurales de José León Suárez, disparando por la espalda, 10 de junio de 1956
Carlos Lizaso,
Nicolás Carranza,
Francisco Garibotti,
Vicente Rodríguez,
Mario Brión.
"(Julio Troxler puede escapar de la matanza. Luego sera asesinado por la Triple A en 1974)"
Muertos por la represión en La Plata, 10 de junio de 1956
Carlos Irigoyen,
Ramón R. Videla,
Rolando Zanetta.
Fusilados en La Plata, 11 y 12 de junio de 1956
Teniente Coronel Oscar Lorenzo Cogorno,
Subteniente de Reserva Alberto Abadie.
Fusilados en Campo de Mayo, 11 de junio de 1956
Coronel Eduardo Alcibíades Cortines,
Capitán Néstor Dardo Cano,
Coronel Ricardo Salomón Ibazeta,
Capitán Eloy Luis Caro,
Teniente Primero Jorge Leopoldo Noriega,
Teniente Primero Maestro de Banda de la Escuela de Suboficiales Néstor Marcelo Videla.
Asesinados en la Escuela de Mecánica del Ejército, 11 de junio de 1956
Sub Oficial Principal Ernesto Gareca,
Sub Oficial Principal Miguel Ángel Paolini,
Cabo Músico José Miguel Rodríguez,
Sargento Hugo Eladio Quiroga.
Ametrallado en el Automóvil Club Argentino, 11 de junio de 1956
Miguel Ángel Maurino
(falleció el 13 de junio de 1956 en el Hospital Fernández)
Fusilados en la Penitenciaria Nacional de la Av.Heras, el 11 de junio de 1956
Sargento ayudante Isauro Costa,
Sargento carpintero Luis Pugnetti,
Sargento músico Luciano Isaías Rojas.
Fusilado en la Penitenciaria Nacional de la Av.Las Heras, el 12 de junio de 1956
Gral. De División Juan José Valle.
Asesinado, simulando suicidio por ahorcamiento, en la Divisional de Lanús el 28 de junio de 1956, donde estuvo detenido desde el 9 de junio de 1956
Aldo Emil Jofré.
© Hugo Presman
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